Conseguir que los niños duerman por las noches puede ser una tarea complicada. Influyen muchos factores y, en ocasiones, el insomnio infantil está detrás de causas fisiológicas como la enuresis nocturna o las otitis de repetición. Otras veces, sin embargo, influyen factores adaptativos, como el estilo de vida y los hábitos a la hora de irse a la cama. Las pesadillas y terrores están detrás de las interrupciones del descanso de muchos niños y, por supuesto, su energía incombustible puede ser la responsable de un reloj biológico desajustado. Con el cambio de hora de la temporada de invierno a la vuelta de la esquina, te ofrecemos algunos consejos para solucionar las dificultades para dormir de tu hijo. ¡Que no te quite el sueño!
Pesadillas y terrores nocturnos
Las pesadillas y los terrores nocturnos son alteraciones del sueño infantil relativamente frecuentes que requieren atención por parte de los padres. Sin embargo, la forma de actuar debe ser distinta en cada caso.
Pesadillas. Se trata de sueños que dan miedo al niño. Suelen comenzar en torno a los 2-4 años de vida del pequeño y, a menudo, están influenciadas por las experiencias vividas durante el día. Los estímulos visuales (por ejemplo, dibujos animados), aunque no sean desagradables, pueden derivar en esta alteración del descanso. Normalmente, se producen cercanas al despertar del niño, que necesitará del abrazo de sus padres para tranquilizarse.
Terrores nocturnos. En este caso, suelen producirse durante las primeras horas de la noche, en la fase de sueño profundo, y están relacionados con el sonambulismo. De hecho, en muchas ocasiones, el niño podrá llegar a incorporarse en su cama y/o tener los ojos abiertos. En estos casos es muy importante:
- NO DESPERTAR al niño, ya que es entonces cuando le quedará un recuerdo del sueño desagradable que estaba teniendo.
- NO ACERCARSE a él, pues, dentro de su realidad alterada, podría confundir a sus padres con monstruos y asustarse aún más.
En situaciones de terrores nocturnos, lo ideal es limitarse a proteger al niño, procurando que no se haga daño (al caerse de la cama, darse un golpe contra la pared, etc.).
Asimismo, en niños con terrores nocturnos muy frecuentes, puede aplicarse la técnica de los despertares programados. Estos consisten en estimular al pequeño con pequeños movimientos o meneos que no lleguen a despertarlo del todo, a las 2 o 3 horas de haberse quedado dormido. De esta forma, se interrumpe el ciclo de sueño que le llevaba a la fase profunda y pueden evitarse los terrores.
Insomnio y sueño cambiado
La mayoría de los niños que sufren insomnio lo hacen por motivos conductuales como, por ejemplo, necesitar la compañía de sus padres para quedarse dormidos. En otros casos, la imposibilidad de conciliar el sueño se debe a hábitos inadecuados para una buena higiene del sueño, como tomar refrescos con cafeína antes de dormir.
En bebés es relativamente frecuente que aparezcan problemas de “sueño cambiado” durante sus primeras semanas de vida. Suelen estar relacionados con alteraciones del ciclo circadiano, que viene determinado por la acción de la melatonina, hormona que produce nuestro cerebro en función de la cantidad de luz. En situaciones como esta, es importante prestar atención a las circunstancias del espacio en el que el bebé se desenvuelve. Por ejemplo:
- ¿Están las persianas de casa bajadas durante el día? ¡Error! El bebé debe recibir luz durante el día; de lo contrario, la oscuridad le invitará a dormir.
- ¿Enciendes la luz para dar el pecho o el biberón a tu hijo por la noche? ¡Error! La luminosidad de la habitación estimulará la acción de la melatonina y contribuirá a despertarlo.
No obstante, debe tenerse en cuenta que no todos los niños necesitan dormir la misma cantidad de horas. Se considera que un niño tiene falta de sueño cuando no cubre las necesidades para que su cuerpo funcione de forma adecuada. Si el bebé está agotado o irritable, significa que está durmiendo poco o descansando mal.
Existen situaciones de niños que se duermen muy tarde y se despiertan muy tarde. Para solucionar este problema, un truco que suele funcionar es despertar al niño cada vez un poco antes (por ejemplo, unos 15 minutos más temprano). Al realizar repetidamente esta acción, al cabo de unos días se habrá desplazado su ciclo circadiano, de tal forma que tendrá sueño y ganas de dormir por la noche más temprano.
En casos de niños en los que estos métodos no funcionen, debes saber que existen infusiones infantiles como Blevit Sueño, con plantas medicinales (melisa, tila y manzanilla), que ayudarán a tu hijo a coger el sueño.
Si lo prefieres, también puedes optar por un complemento alimenticio en forma de jarabe como Neo Peques Felices Sueños, hecho de ingredientes naturales y con un agradable sabor.
Problemas fisiológicos
En ocasiones, los niños no pueden dormir y no se debe a que tengan un trastorno del sueño, sino a elementos externos que influyen sobre la capacidad de descanso.
Es el caso de algunas enfermedades respiratorias, como el asma o la apnea, que provocarán que el niño duerma de manera irregular, con despertares frecuentes, o bien que no descanse lo suficiente y se sienta agotado durante el día. En estos casos, la mejor solución es consultar con el pediatra del pequeño para ofrecerle la mejor solución.
Otras veces, las alteraciones del descanso se deben a infecciones temporales como la otitis. En caso de infecciones de oído, habría que estudiar con el médico el origen de las mismas y estimar la conveniencia de suministrar antibiótico o seguir otros tratamientos.
Por su parte, la enuresis nocturna afecta al 15 % de los niños y al 10 % de las niñas, que en torno a los 5 años de edad aún no tienen control sobre el esfínter de la vejiga. Aunque la mayoría de ellos mejora conforme van creciendo, también conviene acudir al especialista para intentar acelerar el proceso.